La comisión electoral de Zimbabue proclamó este sábado por la noche a Emmerson Mnangagwa, presidente del país desde 2017, ganador de las elecciones presidenciales celebradas el miércoles y jueves con un 52,6% de los votos (2,3 millones de papeletas) frete al 44% de su rival (1,9 millones), Nelson Chamisa. Sin embargo, las misiones de observación electoral de la Unión Europea (UE) y de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC) denunciaron un “clima de miedo” y “numerosas irregularidades” durante todo el proceso. La oposición ha rechazado unos resultados que califican de “fraude” y que, de confirmarse, permitirían a Mnangagwa presidir el país otros cinco años. La participación fue del 69%.
“No podemos aceptar estos resultados”, dijo Promise Mkwananzi, portavoz de la Coalición de Ciudadanos por el Cambio (CCC), el partido de Chamisa, “porque son falsos”. La misión de observación electoral de la UE ya había señalado el “clima de miedo” en el que se desarrolló el proceso electoral. Además, el informe preliminar de la misión de la SADC, integrada por los países de la región, habla de “retrasos en la apertura de colegios electorales, incidentes con la cartelería, prohibición de mítines de la oposición y una cobertura parcial por parte de los medios públicos”. CCC asegura que hubo “intimidación de agentes electorales, falta de papeletas y resultados prefabricados”.
Unos 6,6 millones de zimbabuenses estaban llamados a las urnas para elegir entre la continuidad del autoritario presidente Emmerson Mnangagwa, de 80 años, o el cambio que representaba el líder opositor Nelson Chamisa, abogado y pastor evangélico de 45 años, quien ya en los comicios de 2018 se quedó cerca de la victoria y presentaba mejores resultados que su rival en los últimos sondeos.
Con una economía maltrecha por la hiperinflación, pese a disponer de importantes reservas de minerales, y en medio de una represión de la oposición que se ha acrecentado en los últimos meses, las elecciones generales, que también son legislativas y locales, se presentaban reñidas entre ambos aspirantes.
‘El Cocodrilo’, en medio de la corrupción
Emmerson Mnangagwa, apodado El Cocodrilo, el hombre que sucedió al otrora todopoderoso Robert Mugabe tras el golpe de Estado de 2017, era el favorito para millones de zimbabuenses y ha sido finalmente proclamado ganador. Al frente del partido gobernante Zanu-PF, en el poder desde la independencia del país, y con todos los resortes del Estado en sus manos, muchos ciudadanos estaban convencidos de su reelección para un segundo mandato. Sin embargo, desde la oposición le reprochan que no haya sabido lidiar con la carestía de la vida, la escasez de gasolina o los frecuentes cortes de luz, así como que su nombre aparezca en los grandes casos de corrupción que salpican al país.
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El viejo compañero de armas de Mugabe, con un pasado de guerrillero feroz e inquebrantable por la independencia del país, había recogido las esperanzas de cambio de buena parte de la nación tras la caída del dictador. Sin embargo, tras su ajustada victoria electoral de 2018 con un 51,4% de los votos, Mnangagwa reprimió con firmeza las protestas de la oposición y emprendió una caza de brujas contra toda voz disidente, según organismos de derechos humanos. Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea habían aprobado severas sanciones contra las autoridades en los últimos años por los abusos cometidos por las fuerzas de seguridad, corrupción e impunidad judicial.
El único candidato capaz de hacer frente a Emmerson Mnangagwa era Nelson Chamisa, quien en 2022 creó su propio partido, Coalición de Ciudadanos por el Cambio, conocido como La Triple C, con el claro objetivo de llegar a la Presidencia. De hecho, una encuesta realizada en junio por Elite Africa Research daba al líder opositor una intención de voto del 48% frente a un 39% de su rival, resultados similares a los obtenidos por el sondeo realizado en enero por el grupo británico SABI, que daba la victoria a Chamisa por 13 puntos.
Nelson Chamisa se implicó desde muy joven en la oposición al régimen de Mugabe, primero como miembro activo de un sindicato estudiantil y luego enrolándose en las filas del tradicional partido de oposición Movimiento para el Cambio Democrático (MDC). En 12 años de militancia logró pasar de ser líder de la rama juvenil a portavoz, secretario de organización, vicepresidente y, finalmente, presidente del partido tras la muerte de Morgan Tsvangirai en 2018. Muy popular por su denuncia frontal de la corrupción y por su oratoria, en el último mitin de estas elecciones logró reunir a más de 10.000 personas pese a la represión que sufren los opositores.
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