La Unión Europea se basa en delicados equilibrios territoriales. Buscando ganar cuota en esos repartos, España ha lanzado tres candidaturas en pos de premios importantes. Una es la de la vicepresidenta económica en funciones, Nadia Calviño, que aspira a ser la presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI), el brazo financiero de la UE con un balance de unos 500.000 millones y que presta unos 70.000 millones al año. Otra la encabeza la subgobernadora del Banco de España, Margarita Delgado, que se postula para presidir el Mecanismo Único de Supervisión (MUS), el organismo del Banco Central Europeo que sirve para controlar los grandes bancos de la Unión. Y también se ha presentado a Madrid como sede para albergar la nueva autoridad europea antiblanqueo (AMLA), aprovechando la dilatada experiencia de España en la lucha contra la financiación del terrorismo.
La semana que viene se decide en el Consejo del BCE la presidencia del mecanismo de supervisión bancaria. Con una amplia carrera en supervisión, tanto en el Banco de España como en el BCE, Margarita Delgado tenía sobre el papel el mejor currículum para el puesto. Hasta el punto de que así lo valoró el comité de Economía del Parlamento Europeo. Sin embargo, la recomendación unánime de los parlamentarios no es vinculante. Y el cargo se elige en una votación secreta en la que participan los gobernadores de los bancos nacionales y los seis miembros del comité ejecutivo del BCE, entre ellos la presidenta del Eurobanco, Christine Lagarde, y el vicepresidente, Luis de Guindos.
La apuesta de Delgado ha perdido fuerza porque los alemanes están presionando para que se quede con esa responsabilidad su propia candidata, la germana Claudia Buch, vicepresidenta del Bundesbank. Han llegado a un acuerdo con Italia para que les apoye a cambio de su respaldo al nuevo miembro italiano del Comité Ejecutivo del BCE, que sucederá al también transalpino Fabio Panetta, que se marcha para dirigir el Banco de Italia. Y la presidenta Lagarde aprueba estos movimientos. De modo que la designación de Delgado se ha complicado pese a reunir un perfil técnico idóneo.
Esta situación ya era así antes de que el Gobierno español anunciase la aspiración de Calviño de liderar el BEI. Al haber ahora dos candidaturas españolas en marcha al mismo tiempo, estas pueden perjudicarse entre sí en la medida en que es muy difícil que se entreguen, de forma consecutiva, dos puestos al mismo país. “Aunque un cargo es muy técnico y el otro más político, la cercanía de las fechas y el reparto entre Estados no ayuda”, reconocen fuentes financieras.
Así, si Delgado fuera elegida la semana que viene, la presidencia del BEI para Calviño se alejaría. A su vez, la candidatura de la vicepresidenta hace que el Gobierno no persiga con el mismo ahínco el puesto del MUS, en parte porque precisa del respaldo alemán para el banco de inversiones. Las dos presidencias, la del BEI y la del MUS, no se podrían tener, señalan fuentes conocedoras de las negociaciones.
Aunque el sillón del Banco Europeo de Inversiones goza de una mayor proyección y la institución supone un importante canal de financiación para España, estas fuentes ven algo más importante la presidencia del MUS, en tanto que entraña la supervisión de los principales bancos de la eurozona, sobre todo tras la crisis de Credit Suisse. En el sector financiero coinciden con esta lectura y subrayan la influencia que tendría la subgobernadora desde ese puesto.
La pugna con Vestager
Dicho esto, la candidatura de Calviño para el BEI está mejor posicionada que la de Delgado, aunque la subgobernadora todavía tenga opciones. El Gobierno había barajado a la exvicepresidenta Elena Salgado para el banco de inversiones. Pero esta se cambió por Calviño, que posee una carrera de prestigio en Bruselas y, al ser la actual titular de Economía, se encuentra en los círculos donde se toma la decisión. En cuanto se presentó para el BEI la hasta ahora vicepresidenta de la Comisión Europea, Margrethe Vestager, el Ejecutivo entendió que solo tendría posibilidades con un perfil como el de Calviño. “Solo una candidatura con mi nombre tenía las máximas opciones de prosperar”, llegó a decir la vicepresidenta tras el anuncio. Era la única con la talla suficiente para hacer frente a una aspirante tan potente como Vestager, que se ha forjado una excelente reputación tratando de poner coto al dominio de las grandes tecnológicas estadounidenses como Google.
La también exministra de Economía de Dinamarca parte con la ventaja de que probablemente la apoyarán los Estados pequeños del norte, bálticos y algunos países del Este. Pero este proceso no es como el de Eurovisión: los países grandes tienen una mayor participación en el capital y hace falta una mayoría cualificada que se obtiene con el voto de al menos 18 países, siempre que estos alcancen el 68% del capital. Es decir, no basta con la unión de los Estados pequeños. Los grandes serán claves para lograr el porcentaje del accionariado. En este contexto, España cree tener asegurado el apoyo de Alemania y Francia, si bien estos todavía no han hecho públicas sus posiciones.
En cualquier caso, en Berlín no han gustado unas declaraciones de Vestager afirmando que el BEI debería tomar más riesgos. Aunque el ministro de Economía alemán sea de los liberales, igual que Vestager, la decisión la tomará la cancillería de Olaf Scholz, que pertenece a la misma familia socialista que Calviño.
En París, según ha confirmado este periódico, se busca que el futuro presidente del BEI tenga una actitud favorable hacia las inversiones de energía nuclear: Calviño ya ha dicho que procederá en función de lo que diga la taxonomía de la UE y las decisiones del consejo de la entidad. En cambio, Vestager se ha mostrado tradicionalmente más firme en contra. Y ha tenido recientemente un conflicto con el Elíseo debido a que quiso nombrar como economista jefe de competencia a una experta de nacionalidad estadounidense que había trabajado de consultora para las grandes tecnológicas americanas, unas circunstancias que molestaron a los franceses. A pesar de que pertenecen a la misma familia política de los liberales europeos, el Gobierno de Macron podría dejar a la danesa en la estacada.
Por otra parte, en contra de Calviño pesa que haya pocos países con gobiernos socialistas. Y el PP no le dará su respaldo ante gabinetes de su mismo color porque los populares consideran que la candidatura ha sido presentada por un Ejecutivo en funciones sin consultarlo con la oposición. La pugna está abierta, pero la vicepresidenta tiene ante sí una gran oportunidad tras los intentos fallidos de alcanzar la dirección del FMI y la presidencia del Eurogrupo (esta se le escapó por solo un voto, pese a contar con el apoyo de Alemania, Francia e Italia).
La decisión se discutirá en la próxima reunión de ministros de Finanzas, que tendrá lugar en Santiago de Compostela el 15 y 16 de septiembre. Pero podría suceder que en esa cita no se concluya nada y se posponga la elección. Hay margen, ya que el mandato del actual presidente, el alemán Werner Hoyer, llega hasta finales de año. Y si Calviño no logra el puesto, siempre podría postularse para el de comisaria tras las elecciones europeas.
Autoridad antiblanqueo
Respecto a la sede de la autoridad antiblanqueo, España acumula una larga experiencia en la lucha contra el blanqueo de capitales y financiación del terrorismo. El organismo español competente, el Sepblac, está muy bien considerado en la UE. Sin embargo, los primeros borradores en los que se diseñaba esta autoridad contemplaban que se ubicara en una ciudad donde pudieran darse sinergias. En París radica la autoridad bancaria europea (EBA) y el regulador de los mercados financieros (ESMA). En Fráncfort, el BCE. España consiguió que esta afirmación se suprimiera de los textos. Pero aun así, según explican fuentes conocedoras, parece que este aspecto seguirá siendo todavía muy relevante en las deliberaciones. Así las cosas, la candidatura de Calviño es la apuesta española que se perfila con mayores posibilidades en el siempre difícil reparto de los equilibrios.
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